viernes, 4 de septiembre de 2015

El Fracaso de la HUMANIDAD

AYLAN...

Hay niños caprichosos que siempre quieren un huevo de chocolate en la cola de la caja del supermercado. 

Hay niños tímidos que nunca te dan un beso y se esconden de ti. 

Hay niños que te dicen que mires todo el rato. 

Hay niños que te hacen preguntas que no sabes contestar. 

Y luego hay niños de guerra que tienen más pasado que futuro. A los que ni siquiera les ha dado tiempo de generar recuerdos. Como Aylan. 

El niño que se ha quedado sin aire porque su familia buscaba cierta clase de firmeza en los días que tendrían que venir. Una familia que ha huido de su casa para tener una posibilidad. Para dejar de pensar todo el rato en la muerte. Porque no se puede vivir pensando todo el rato en morir. Porque entonces tu rutina se convierte en una rutina terminal. 

Ya no hay rebaño que cuidar en Kobani. Solo bombas y edificios con sus entrañas. Solo insecticida para humanos. Solo seres matándose por llevar la razón. ¿Cómo puedes creer en algo cuando otros habitantes del planeta son capaces de gasear a tu familia? La fosa o la huida. Imagino a la madre de Aylan poniéndole la camiseta roja y el pantalón azul, sin imaginar que se convertirían en los colores de una bandera. En 56 cuadrados amontonados en una orilla de Turquía. Sí, esa misma Turquía en la que, tal vez, este agosto hayas pasado ocho días en la península de Bodrum disfrutando en la bahía paraíso y, pobre, con algún virus estomacal por culpa de la comida tan especiada. Bahía paraíso. 

Es tan sencillo usar un hashtag solidario. Es tan complicado ceder privilegios en beneficio de otros. Hoy, deberían imponernos a este "primer" mundo una multa moral. Una multa por omisión del deber de socorro. Un impuesto por la paz que disfrutamos. Y tendríamos que pagarla todos sin rechistar. ¿Por qué hay un niño muerto en la playa? Porque unos que gobiernan hacen daño y otros hacen daño queriendo que ya no gobiernen y otros, que no viven allí, quieren controlar a los que sí lo hacen haciendo más daño y los de más lejos apoyan a unos y a otros también haciendo daño. ¿Y eso qué tiene que ver con Aylan? No lo sé. Cuando no sabes la respuesta es porque algo estás haciendo mal. 

Nosotros somos la gente. Y la gente lo está haciendo fatal. Tenemos que hacerlo mejor. Hoy, el mar ha vomitado a un niño sirio, porque antes ya lo había vomitado la tierra. Aylan, en la orilla, con su oído pegado a la arena y mecido por las olas parece querer escuchar el latido de la Tierra. Nada. No se escucha latido alguno. La Tierra no tiene corazón. Y Aylan es ahora una caracola. Y si te acercas mucho a él puedes escuchar el sonido real de la Tierra. Es como el llanto de un niño. Que ha perdido a sus padres. 

Autor: Roy Galan


Me importa un carajo tú país, tú bandera tú ideología política, tú religión, 
tú color de piel o tu economía, cuando se te olvida ser HUMANO y dañas a un niñ@...